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Su camino espiritual

El camino espiritual de Mary Ward le permitió comenzando- por la piedad de su infancia, por la vida contemplativa de clausura en las Pobres Clarisas, hasta la práctica de San Ignacio de encontrar a Dios en todas las cosas; a través del gozo, de la búsqueda, del sufrimiento, de la incomprensión y de la desgracia- llegar a la profundidad de la unión mística con Dios.

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El profundo deseo de Mary Ward era encontrar la orden contemplativa más estricta, y así en 1606, después de seis años de oposición por parte de sus padres, María Ward embarcó a Flandes, donde entró en las “Pobres Clarisas”. Le fue asignado un lugar con las hermanas legas, lo cual implicaba mendigar en las calles, en lugar del Canto del Oficio Divino en el Coro. Aconsejada a abandonar este convento, ayudó a fundar un nuevo monasterio de “Pobres Clarisas” en Gravelinas donde ella vivió dos años felices de vida contemplativa, que ella había buscado. Sin embargo Dios tenía “otra cosa para ella”.

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Encontrar a Dios en todas las cosas llegó a ser natural para María Ward. Un día de 1609, estando en Londres mientras se estaba peinando por la mañana cayó en un estado como de éxtasis y durante dos horas sólo podría oír estas palabras: “Gloria, gloría, gloría”. Ella comprendió esto: que antes no conocía lo que Dios tenía en mente para ella; ahora sabía que debería ser para la mayor honra y gloria de Dios. Dos años después, en una iluminación similar escuchó claramente las palabras. “Toma lo mismo de la Compañía”, comprendiendo con esto que estaba llamada a fundar una congregación religiosa de mujeres, según el modelo de los jesuitas- aunque separada de ellos.

A partir de este momento y desde la edad de 26 años su búsqueda estaba terminada. El resto de su vida sería afanarse y luchar para poner de hecho, en efecto, esto que Dios ciertamente le estaba pidiendo. Ella nunca se dejó llevar por la duda, oposición, hostilidad, pobreza, supresión de su obra, prisión y caer en desgracia. A medida que sus problemas crecían, de la misma manera crecía también su confianza en Dios y su magnanimidad por perdonar a sus enemigos. Incluso cuando estaba prisionera por la Inquisición podía escribir a sus compañeras “Sed agradecidas y no dudéis de Nuestro Señor”.

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Desde que ella tenía 20 años estaba familiarizada con los EE. de San Ignacio y escogió a un jesuita como su guía espiritual. En una profunda oración tuvo la intuición espiritual conocida como el “alma justa”, visión que le ayudó a comprender que la vida contemplativa era perfectamente compatible con la vida activa y el ministerio apostólico. Dios debía ser encontrado en todas las cosas”.

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Quiero darle lo que tengo y encontrar en Él lo que necesito’ (Mary Ward)

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